El próximo miércoles 29 de enero se despedirán ella y su hija Virginia con un acto de agradecimiento
DURANGO.- Fue en 1969 cuando una joven Lucia, recién llegada con su marido Jose Mari desde Bilbao, aterrizó en Durango. En aquel entonces la villa gozaba de un pequeño comercio boyante. Ella, conocida como «Lutxi», recuerda que en Barrenkale hubo hasta siete carnicerías, en la actualidad no queda ninguna. Una cambiante situación que les ha llevado, tanto a ella como a su hija Virginia, a echar la persiana de su comercio de ultramarinos. Con este cierre, tras 50 años de felicidad, pero con cierta tristeza, el casco viejo de Durango pierde una «tienda de toda la vida».
Todo tiene un final. Es una pena. Me siento orgullosa de todos los 50 años, he tenido una clientela de «olé»
Este próximo 29 de enero ambas se despedirán de la que ha sido «su casa durante tantos años». Y es que aunque Lutxi se jubiló hace diez años, dejando el testigo a su hija Virginia, la durangarra no se ha despegado de sus horarios habituales, como la llegada del panadero, de los proveedores…. siempre ha estado atenta a todos los detalles del comercio y sobre todo de sus clientes. «Todo tiene un final. Es una pena desde el punto de vista como vecina de Durango. Se han cargado el casco viejo ¿Quién? No lo sé… No entiendo… tiendas de solera de toda vida están cerrando… yo no hubiera dejado caer así. Un pueblo sin pequeño comercio no es nada. Hasta los turistas me venían a comprar txakolí o las sardinas con ilusión… ¿Y ahora?», reflexiona Lutxi a sus 74 años. «Me siento orgullosa de todos los 50 años, he tenido una clientela de ‘olé'», añade. «Antes se fiaba y normalmente me decían para que apuntara las compras porque muchos no podían llegar a fin de mes. Ahora también sigue funcionando, pero es otro estilo», puntualiza Lutxi.
Lutxi reconoce que su jornada era de diez horas todos los días del año «y después de cerrar a casa y de ama de casa, con cuatro hijos que atender. Quitar la bata blanca y me ponía a hacer otras tareas», recuerda. «He tenido suerte y salud y doy las gracias», puntualiza.
Entre las anécdotas Lutxi recuerda cuando un andaluz le fue a la tienda, recién llegado a Durango para trabajar en la Ferretera. «No se donde ir a cenar», le preguntó. Y ella le dijo que fuera la Txantonesa, pero no contenta con su recomendación le dijo a su marido Jose Mari que fuera con él al txoko a jugar a cartas. «Y se hicieron muy muy amigos, que se despidió regalandome una membrillo», recuerda una agradecida Lutxi.
«Todo exigencias»
Pero ambas han visto como las exigencias han hecho que lleguen a la conclusión de que la tienda tenga que cerrar. Las firmas solo nos dejan algunos productos «poniéndonos trabas y pegas al pequeño comercio». Virginia critica que un proveedor dejó de venir a Durango por los problemas para acceder al casco viejo. «Solo pueden entrar antes de las 12:30. Tuve un caso de una empresa que me traía legumbres y más cosas pero como le ponían multas por las horas a las que accedía no le compensaba venir y dejó de traerme los pedidos. Tuve que pensar en otro proveedor, pero tenía que hacer unos encargos que para una tienda pequeña no me compensaba», explican.
Este miércoles a la tarde se despedirán con un acto especial de agradecimiento a toda la clientela. Quieren que sea un día especial y de recuerdo para todas las personas que han confiado en ellas durante estos 50 años.